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Discurso Ante El Pleno Congreso De Estados
Unidos De América

 

Washington, DC

26 De Julio 1994

 

Sr. Presidente,

Sr. Presidente del Senado,

Honorables huéspedes,

Miembros del Congreso,

Sen oras y sen ores,

 

Es un honor para mi comparecer ante ustedes, los representantes de la Nació n Americana en esta histó rica ocasió n.

Hemos venido a ser partí cipes ahora de la construcció n del futuro de nuestros pueblos. Buscamos para ellos un futuro de paz, estabilidad y seguridad, espectativas que se encuentran ante nuestros propios ojos. No hay duda de que ello alegra los corazones de aquéllos que entre nosotros han dedicado sus vidas a lograr estos objetivos.

En Jordania siempre nos hemos empen ado en conseguir una paz duradera. Hemos sido conscientes continuamente de nuestra responsabilidad para con las generaciones futuras para proporcionarles una vida colmada y digna. Hemos aspirado a una paz que libere las fuerzas creativas de estas generaciones para que puedan realizarse a sí mismas y construir su futuro con confianza y seguridad y sin titubeos.

No es posible lograr nada de esto, sin haber establecido un diá logo directo en las má s altas instancias del poder.

Este encuentro de Washington, que responde a una invitació n del Presidente Clinton, abre una nueva fase en la bú scueda conjunta de la paz por Jordania e Israel. Es ciertamente un hito crucial en el camino para una paz plena en nuestra regió n.

Este encuentro ha estado precedido por otro encuentro trilateral jordano-americano-israeli, en el cual me ha representado a mí y al Reino Hachemí de Jordania mi hermano el Prí ncipe heredero Hassan, y Simó n Peres, Ministro de Asuntos Exteriores, ha representado a Israel. El Comité Trilateral de Trabajo se ha constituido segú n un acuerdo estipulado en aquel encuentro que fue promovido por el Presidente Clinton en la Casa Blanca en octubre de 1993.

Después de mi ú ltima visita a los Estados Unidos, y a la luz de las negociaciones, decidí compartir con mi pueblo aquellas verdades que afectan a nuestros esfuerzos en la bú squeda de la paz. Me dirigí a toda la nació n jordana a través de mi encuentro con los miembros del Parlamento y fui recompensado con su aprobació n y su apoyo.

Sus muestras de confianza son lo que má s aprecio en esta vida. Toda Jordania está conmigo aquí , en este dí a.

Recordamos hoy también a las tres generaciones de valientes jordanos y a otros muchos que se sacrificaron por la causa de Palestina. Cada hogar de Jordania ha enviado a uno de sus hijos a la lucha para responder a la llamada á rabe. Muchos de ellos no han vuelto. Su sacrificio me ha impulsado a estar hoy aquí con ustedes.

Así también, mi familia ha pagado un alto precio. Mi bisabuelo, que lideró la Gran Revuelta Arabe por la libertad, la unidad y la independencia, yace enterrado junto a la bendita mezquita de Al-Aqsa en Jerusalén. Yo estaba junto a mi abuelo, el Rey Abdullah ibn al-Hussein, ¡descanse en paz!, cuando cayó como má rtir a las puertas de la bendita mezquita de Al-Aqsa. Era un hombre que creí a en la paz y entregó su vida como pago por este ideal. He consagrado toda mi vida a la realizació n de su suen o, y él está con nosotros aquí hoy.

 

Sr. Presidente del Congreso,

 

Tengo la esperanza de que en nuestro encuentro de hoy se halle un claro mensaje dirigido al pueblo americano y a todo el mundo. Estamos decididos a trabajar sin descanso para eliminar para siempre las anó malas circunstancias que han regido la vida de nuestro pueblo. Deseamos regresar a la normalidad y a la humanidad y que ello sea el orden habitual.

A pesar de que durante largo tiempo hemos soportado una situació n hostil, estoy seguro de que podemos ver esta situació n en lo que es realmente: el sí mbolo de unas circunstancias excepcionales y siniestras. Todos hemos conocido los rasgos de esta situació n representados por el miedo a la muerte y el silencio del aislamiento. También hemos sentido un terror que nos ha paralizado y nos ha impedido participar en un trabapo que nos hiciera avanzar hacia un futuro resplandeciente para las generaciones futuras.

Lo que presenciamos hoy, Dios mediante, es el cambio de una situació n de guerra a una situació n de paz. Estas circunstancias ú nicas nos facilitan poder caminar valientemente.

Nuestro encuentro de hoy representa una revolució n contra todo lo que no es natural. Así pues, no es natural abstenerse de celebrar encuentros directos y pú blicos entre nuestros funcionarios y sus lí deres con el fin de buscar soluciones a nuestras

divergencias y, Dios mediante, resolverlas. Tampoco es natural arredrarse ante el abismo por cuya causa hemos pagado un alto precio en sangre y lá grimas, desperdiciando nuestra juventud y atrayendo la tristeza y la desesperació n sobre nuestros hijos y nuestros abuelos. Hemos soportado juntos esta pérdida que ha de dejar sus huellas en todos nosotros por largo tiempo.

Nuestros pueblos semitas han aguantado y se han expuesto a duras pruebas a través de su historia. Resolvamos de una vez y por todas estas penalidades, adoptando nuestra responsabilidad con nuestros pueblos y cumpliendo con nuestro deber hacia la humanidad.

Les hablo hoy plenamente seguro de la necesidad de los hijos de nuestro sen or Abraham, ¡benditos sean!, de alcanzar la paz. Nuestra tierra es lugar de nacimiento de las creencias divinas y cuna de los mensajes celestes a todos los seres humanos.

Me dirijo a ustedes hoy como soldado que se apresura a portar sus armas só lo para ejercer su derecho de defender su tierra. Un hombre que comprende los temores de sus vecinos y que desea solamente vivir en paz con ellos. Un hombre que desea asegurar la democracia, el pluralismo polí tico y los derechos humanos para su nació n.

Les hablo hoy reconfortado por saber que el Primer Ministro de Israel y su Gobierno han respondido a la llamada por la paz. Han reconocido al pueblo palestino y sus derechos, y está n negociando con el lí der que este pueblo ha elegido como representante suyo, de acuerdo con las Resoluciones 242 y 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas.

Por nuestra parte no hemos de olvidar nunca, ni por un instante, a Palestina. Fuimos los primeros en aceptar nuestra responsabilidad y hemos sido los má s perjudicados por los resultados de la tragedia palestina.

A pesar de sus diferentes orí genes y linajes, nuestro pueblo de Jordania ha de permanecer como una familia unida, compartiendo sus miembros todas las cosas, libres para elegir su futuro polí tico y su destino.

Mi fe religiosa exige que la soberaní a de los lugares sagrados de Jerusalén sea solamente de Dios. Debe fortalecerse el diá logo entre las religiones de tal manera que todos los creyentes de las tres religiones abrahá micas detenten la soberaní a religiosa en condiciones de igualdad. De este modo, Jerusalén se convertirá para todos en sí mbolo encarnació n de la paz, y así deberá ser para palestinos y á rabes cuando empiecen sus negociaciones sobre la situació n final que tendrá la zona á rabe oriental de Jerusalén.

Hoy me dirijo a ustedes completamente convencido y con la esperanza de que efectivamente se ha de realizar un avance en las dos ví as sirio-israelí y libanesa-israelí hacia el logro de una paz completa.

 

Sr. Presidente del Congreso,

 

El estado de guerra entre Israel y Jordania ha terminado. Hemos aceptado la Resolució n 338 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas en que se invita a negociaciones entre las dos Partes interesadas bajo una supervisió n apropiada con el objetivo de implantar una paz justa y duradera en Oriente Medio.

Así también, hemos aceptado la Resolució n 242 del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas que recomienda el reconocimiento de la soberaní a y de la integridad territorial e independencia polí tica de todos los Estados de la regió n, así como su derecho a vivir en paz dentro de unas fronteras seguras y reconocidas, libres de amenazas y de actos de violencia.

Deseo asegurar, de manera terminante, que nosotros, junto con las otras partes interesadas, hemos ejercido nuestro derecho soberano a hacer la paz. Estamos avanzando hacia adelante y tratamos uno a uno los asuntos de nuestro programa comú n de trabajo. Tenemos una firme esperanza en nuestro avance conjunto hacia el objetivo final, que culminará todos nuestros esfuerzos, un Tratado de paz jordano-israelí .

Así pues, en este afá n nuestro, nos apoyamos en las palabras de Dios, el Altí simo, de su libro sagrado, el Corá n:

 

"Si se inclinan a 1a paz, inclinaos también, y confiad en Dios, pues El es el que todo lo oye, el que todo lo sabe."

Sr. Presidente del Senado:

 

Valoro altamente la larga amistad entre Jordania y los Estados Unidos de América, heredada de la época de mi abuelo. Durante 43 an os, desde la presidencia de Dwight Eisenhower, he tratado de asegurar que esta amistad fuese sincera y honesta.

Fue una relació n de amistad construida sobre el respeto mutuo y los intereses comunes. Me enorgullece recordar que durante los an os de la guerra frí a permanecimos juntos hombro con hombro.

Ahora colaboramos en el apoyo de una gran esperanza, que es la obtenció n de una paz duradera en Oriente Pró ximo.

Creemos que la permanente colaboració n en la cooperació n y el desarrollo entre Jordania y los Estados Unidos de América ha de ser la base para realizar este suen o.

Ansiamos construir un futuro mejor a la sombra de la paz, para que cambie el modelo de vida de nuestro pueblo y se desplace de una situació n desesperanzada a un estado de honor y dignidad. Queremos difundir una amplia esperanza por todas las regiones de nuestro histó rico territorio. Pretendemos la participació n de todos en la constitució n del nuevo orden de nuestra regió n.

Si deseamos que nuestros objetivos se cumplan, todos deben tener la oportunidad de participar en esta histó rica misió n. Los conflictos han obstaculizado el impulso creativo de nuestra regió n, y por ello, el apoyo de la Comunidad Internacional es ahora una cuestió n vital.

Se debe recordar que no son los gobiernos quienes elaboran la paz, sino que está en manos del pueblo. Los esfuerzos por lograr la paz será n vanos, a no ser que el deseo de ella sea un sentimiento que acompan e a cada hombre, mujer y nin o.

 

Sen or Presidente del Congreso,

Sen or Presidente del Senado,

 

Comparezco hoy ante ustedes para afirmar que estamos dispuestos a abrir una pá gina nueva en nuestras relaciones con Israel. Conseguiremos alcanzar la paz que deseamos con la ayuda y cooperació n de esta honorable asamblea.

Estoy seguro de que su ayuda servirá para resolver las diferencias entre nuestras sociedades, y que se eliminará n las fuentes de frustració n y enemistad.

Comparto esta tribuna con el Primer Ministro Isaac Rabin, lleno el á nimo de estas esperanzas.

A todos ustedes y al pueblo americano, ofrezco mi agradecimiento por su hospitalidad, su apoyo y su ayuda.

¡Que Dios les guí e!.

¡Sean la paz, la misericordia de Dios y sus bendiciones sobre todos ustedes!.


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